El viejo reloj de madera, situado sobre la mesita del salón, marcaba las
ocho y media de la noche cuando Ricardo entró en su casa.
Dejó las llaves y, muy lentamente, recorrió el ahora lúgubre pasillo hasta
su terraza.
Salió al exterior de su pequeño apartamento en un vano intento por
tranquilizarse, pero tuvo más bien el efecto contrario: aquel cielo pesado,
monocromático, le incitaba a mirar a su alrededor, donde se extendían lo que
en ese momento le parecieron kilómetros de ladrillo blanco, aunque en realidad
sólo se alcanzaban a distinguir unos pocos metros por el humo de la calle.
El día, concluyó Ricardo, había decidido asentarse en el gris y expulsar al
resto de los colores.
En ese momento, el único que había tenido en mucho tiempo sin estar
estresado ni tener mil cosas en la cabeza, le dio por recordar.
Recordó su infancia, tan lejana ya, llena de risas y colores hasta en los
días de lluvia. Recordó también a sus amigos, ¿qué habría sido de ellos?
Alguna parte de su ser le decía que seguían siendo niños, que no habían
crecido ni cambiado un ápice desde que se fue, pero en el fondo sabía que
habían madurado, sencillamente habían tenido que hacerlo, y ahora verían el
mundo en blanco y negro, y serían tan aburridos como él lo era, él que siempre
había sido tan borrico de pequeño, que siempre andaba haciendo travesuras.
Una débil y temblorosa sonrisa se apoderó de sus labios al recordar a
esa chica, ahora sin rostro ni nombre pero de risa tan clara y cristalina que aún
seguía siendo capaz de recordarla sin problemas, como si estuvieran aún en
el instituto y el tiempo no hubiera pasado. Aquella chica de parecer infantil y
mente soñadora había cautivado su adolescencia sin remedio alguno, a él y a
otros tantos más. ¿Y de ella? ¿Qué habría sido de ella? Lo último que supo fue
que se iba del pueblo a estudiar algo… ¿Qué sería? Ya no lo recordaba.
Ah, su pueblo, su pequeño pueblo del que tanto había ansiado escapar
y al que ahora tanto ansiaba volver. En aquel lugar había nacido, crecido,
se había roto más de un hueso y, a decir verdad, el corazón también. Había
llorado, reído, amado y dejado de amar; había temido más de un infundado
temor, se había peleado y, lo que es más importante, había aprendido a ser
persona.
¿A quién le debía todo eso? A sus padres, seguramente. Cuánto les
echaba de menos…Habían muerto hacía ya varias décadas, y hacía mucho
más que se había despedido de ellos, cargado de esperanzas e ilusiones, a
buscar un nuevo hogar. Ahora su hogar era ese, y de su antigua casa sólo
poseía una foto, recuerdo también de su antigua vida, de sus amigos y de su
familia.
Tiró el cigarrillo al suelo, que no sabía cuándo se había llevado a los
labios pero ya se había consumido. Comprobó la hora, aliviado de descubrir
que aún le queda tiempo; dirigió una mirada a la fotografía larga, nostálgica,
en la que todo permanecía igual pero, de alguna manera, había cambiado;
un cambio tan sutil y lento que no se notaba, pero que marcaba la diferencia
entre el “antes” y el “ahora”. Se acercó una silla de plástico para no tener
que estar echado sobre la barandilla, que ya le dolía la espalda [qué malo es
envejecer], y se encendió otro cigarro, dispuesto a seguir un rato más en sus
ensoñaciones.
Sabía que su vida había cambiado mucho en muy poco tiempo, las
circunstancias [sumadas a sus propias decisiones] le habían llevado a madurar
de forma acelerada, o tal vez sea que en su pueblo no lo había hecho con
suficiente rapidez y tuvo que cambiar de mentalidad al cambiar de vida.
Él creía perseguir sus sueños al marcharse de aquel lugar, en el que sus
metas, decidió, no podrían verse cumplidas. Cuánto deseaba ahora no haber
cometido semejante insensatez, pero ya era tarde, ya no podía dar marcha
atrás.
Cuántas veces había querido volver atrás en el tiempo, y qué estúpidos
habían sido sus motivos. Ahora se daba cuenta que todos esos errores le
habían llevado a ser quien era, aunque no estaba seguro de que eso fuera
bueno.
Suspiró y miró resignado al cielo y al cigarro consumiéndose
alternativamente, no tenía ganas de volver a la vida real, pero sabía que era
algo inevitable que nunca podría remediar.
¿Cuándo podría volver a recordar? Aquello le despertaba sentimientos
entremezclados que no era capaz de definir; tal vez fuera mejor así, después
de todo. Abandonarse al sueño y dejar de vivir la realidad.
Eso le recordó, de nuevo, a su juventud. Era cierto que nunca había sido
un “adicto” a la lectura, pero aún así, siempre había considerado los libros
como un bien preciado. ¿Y ahora? Ahora ni si quiera los miraba de reojo, a
pesar de los buenos momentos que le habían brindado de vez en cuando.
Menos los obligatorios, claro. Los obligatorios no molaban nada.
Se despertó, con el pulso acelerado y sudor en la frente, al sonar la
alarma. Empezó a ponerse en marcha, pero se paró de repente. Despertado…
Eso quiere decir que he dormido… ¿He dormido? Miró la silla, el cigarro a
medio consumir en el suelo; y después el cielo, ya oscurecido, y por primera
vez en mucho tiempo se dio cuenta del desorden de su cerebro.
Sí, creo que he dormido…
A pesar de saber que tenía que darse prisa, se quedó ahí; a pesar de
saber que iba a llegar tarde al autobús, que tenía que moverse, se quedó ahí
parado, los músculos en tensión, la mirada perdida.
¿Qué estaba haciendo con su vida? Se sentía como un adolescente que
había perdido su rumbo. U es que realmente había perdido su rumbo.
¿Cómo había cavado así, vestido de gris, entre gente gris de risas
huecas, entre miradas que no miraban nada, en un lugar al que ni si quiera el
sol se atrevía a salir?
¿Cuándo dejó de reír por el simple hecho de seguir viviendo? ¿En qué
momento decidió dejar de perseguir sus sueños?
¿El tiempo le había hecho así?
Tiró el reloj con todas sus fuerzas.
El tiempo… El tiempo…
Deseó que algún coche atropellara su reloj; el reloj y todo lo que había
creído que no valía la pena en todo ese tiempo. Cuán equivocado estaba. ¿Es
que sonreír no merece la pena? ¿Es que ser feliz ya no es lo más importante?
El tiempo… Es una mierda. No dejaré que el tiempo me cambie, ya no.
Epílogo
Murió al día siguiente.
Mïu
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Relato de una amiga que me parecio muy interesante ya que parece sacado de mi futuro.
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