Preludio

¿Aburrido? si, lo estoy, gracias, este blog no surgio de tal aburrimiento, sino de un momento de reflexion del cual pense... quiero ofrecer algo, satisfacer mi necesidad de atencion ajena, ¿y quien no lo quiere? pero la realidad es que lo que ofrezco en este blog sirva para que podais ver algo de lo que quizas no querais ver.. divagaciones, sin demora, leed y pensad.

lunes, 30 de septiembre de 2013

Tale 3. ¿Tiempo? ¿Qué es eso? ¿Se come?

El viejo reloj de madera, situado sobre la mesita del salón, marcaba las

ocho y media de la noche cuando Ricardo entró en su casa.


Dejó las llaves y, muy lentamente, recorrió el ahora lúgubre pasillo hasta

su terraza.


Salió al exterior de su pequeño apartamento en un vano intento por

tranquilizarse, pero tuvo más bien el efecto contrario: aquel cielo pesado,

monocromático, le incitaba a mirar a su alrededor, donde se extendían lo que

en ese momento le parecieron kilómetros de ladrillo blanco, aunque en realidad

sólo se alcanzaban a distinguir unos pocos metros por el humo de la calle.


El día, concluyó Ricardo, había decidido asentarse en el gris y expulsar al

resto de los colores.


En ese momento, el único que había tenido en mucho tiempo sin estar

estresado ni tener mil cosas en la cabeza, le dio por recordar.


Recordó su infancia, tan lejana ya, llena de risas y colores hasta en los

días de lluvia. Recordó también a sus amigos, ¿qué habría sido de ellos?

Alguna parte de su ser le decía que seguían siendo niños, que no habían

crecido ni cambiado un ápice desde que se fue, pero en el fondo sabía que

habían madurado, sencillamente habían tenido que hacerlo, y ahora verían el

mundo en blanco y negro, y serían tan aburridos como él lo era, él que siempre

había sido tan borrico de pequeño, que siempre andaba haciendo travesuras.


Una débil y temblorosa sonrisa se apoderó de sus labios al recordar a

esa chica, ahora sin rostro ni nombre pero de risa tan clara y cristalina que aún

seguía siendo capaz de recordarla sin problemas, como si estuvieran aún en

el instituto y el tiempo no hubiera pasado. Aquella chica de parecer infantil y

mente soñadora había cautivado su adolescencia sin remedio alguno, a él y a

otros tantos más. ¿Y de ella? ¿Qué habría sido de ella? Lo último que supo fue

que se iba del pueblo a estudiar algo… ¿Qué sería? Ya no lo recordaba.


Ah, su pueblo, su pequeño pueblo del que tanto había ansiado escapar

y al que ahora tanto ansiaba volver. En aquel lugar había nacido, crecido,

se había roto más de un hueso y, a decir verdad, el corazón también. Había

llorado, reído, amado y dejado de amar; había temido más de un infundado

temor, se había peleado y, lo que es más importante, había aprendido a ser

persona.


¿A quién le debía todo eso? A sus padres, seguramente. Cuánto les

echaba de menos…Habían muerto hacía ya varias décadas, y hacía mucho

más que se había despedido de ellos, cargado de esperanzas e ilusiones, a

buscar un nuevo hogar. Ahora su hogar era ese, y de su antigua casa sólo

poseía una foto, recuerdo también de su antigua vida, de sus amigos y de su

familia.


Tiró el cigarrillo al suelo, que no sabía cuándo se había llevado a los

labios pero ya se había consumido. Comprobó la hora, aliviado de descubrir

que aún le queda tiempo; dirigió una mirada a la fotografía larga, nostálgica,

en la que todo permanecía igual pero, de alguna manera, había cambiado;

un cambio tan sutil y lento que no se notaba, pero que marcaba la diferencia

entre el “antes” y el “ahora”. Se acercó una silla de plástico para no tener

que estar echado sobre la barandilla, que ya le dolía la espalda [qué malo es

envejecer], y se encendió otro cigarro, dispuesto a seguir un rato más en sus

ensoñaciones.


Sabía que su vida había cambiado mucho en muy poco tiempo, las

circunstancias [sumadas a sus propias decisiones] le habían llevado a madurar

de forma acelerada, o tal vez sea que en su pueblo no lo había hecho con

suficiente rapidez y tuvo que cambiar de mentalidad al cambiar de vida.


Él creía perseguir sus sueños al marcharse de aquel lugar, en el que sus

metas, decidió, no podrían verse cumplidas. Cuánto deseaba ahora no haber

cometido semejante insensatez, pero ya era tarde, ya no podía dar marcha

atrás.


Cuántas veces había querido volver atrás en el tiempo, y qué estúpidos

habían sido sus motivos. Ahora se daba cuenta que todos esos errores le

habían llevado a ser quien era, aunque no estaba seguro de que eso fuera

bueno.


Suspiró y miró resignado al cielo y al cigarro consumiéndose

alternativamente, no tenía ganas de volver a la vida real, pero sabía que era

algo inevitable que nunca podría remediar.


¿Cuándo podría volver a recordar? Aquello le despertaba sentimientos

entremezclados que no era capaz de definir; tal vez fuera mejor así, después

de todo. Abandonarse al sueño y dejar de vivir la realidad.


Eso le recordó, de nuevo, a su juventud. Era cierto que nunca había sido

un “adicto” a la lectura, pero aún así, siempre había considerado los libros

como un bien preciado. ¿Y ahora? Ahora ni si quiera los miraba de reojo, a

pesar de los buenos momentos que le habían brindado de vez en cuando.


Menos los obligatorios, claro. Los obligatorios no molaban nada.


Se despertó, con el pulso acelerado y sudor en la frente, al sonar la

alarma. Empezó a ponerse en marcha, pero se paró de repente. Despertado…

Eso quiere decir que he dormido… ¿He dormido? Miró la silla, el cigarro a

medio consumir en el suelo; y después el cielo, ya oscurecido, y por primera

vez en mucho tiempo se dio cuenta del desorden de su cerebro.


Sí, creo que he dormido…


A pesar de saber que tenía que darse prisa, se quedó ahí; a pesar de

saber que iba a llegar tarde al autobús, que tenía que moverse, se quedó ahí

parado, los músculos en tensión, la mirada perdida.


¿Qué estaba haciendo con su vida? Se sentía como un adolescente que

había perdido su rumbo. U es que realmente había perdido su rumbo.


¿Cómo había cavado así, vestido de gris, entre gente gris de risas

huecas, entre miradas que no miraban nada, en un lugar al que ni si quiera el

sol se atrevía a salir?


¿Cuándo dejó de reír por el simple hecho de seguir viviendo? ¿En qué

momento decidió dejar de perseguir sus sueños?


¿El tiempo le había hecho así?


Tiró el reloj con todas sus fuerzas.


El tiempo… El tiempo…


Deseó que algún coche atropellara su reloj; el reloj y todo lo que había

creído que no valía la pena en todo ese tiempo. Cuán equivocado estaba. ¿Es

que sonreír no merece la pena? ¿Es que ser feliz ya no es lo más importante?


El tiempo… Es una mierda. No dejaré que el tiempo me cambie, ya no.








Epílogo

Murió al día siguiente.

                                                                                                                      Mïu
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

Relato de una amiga que me parecio muy interesante ya que parece sacado de mi futuro.